25-04-2024 12:46:55 PM

Control de delegaciones, enfrenta a priistas poblanos

Por Valentín Varillas

 

Conscientes de que la derrota es el escenario más probable que enfrentarán en la elección de julio próximo, los “liderazgos” del PRI poblano han desatado una auténtica guerra intestina por el control de las distintas delegaciones del gobierno federal.

La de Sedesol, por cierto, se ha convertido en la manzana de la discordia, ante la inminente salida de Juan Manuel Vega Rayet, quien buscará la diputación federal por el distrito 13 con cabecera en Atlixco.

O la joya de la corona, si queremos interpretarlo en términos de interés económico.

Y es que, como marca la tradición, a través de esta dependencia se operarán los recursos públicos que se desvíen para inyectarlos a las campañas de los candidatos priistas.

Aunque Puebla no es un estado prioritario en el presupuesto electoral de Los Pinos, se espera la llegada de varios millones de pesos, los que serían un bálsamo para las heridas de aquellos candidatos que, sabiendo de antemano que entran a una batalla perdida, estuvieron dispuestos a participar en la contienda.

Bien vale el ridículo político una tajada de semejante tamaño.

El problema es que, la lana todavía no llega y los madrazos ya están a la orden del día.

Acuerdos a los que en teoría habían llegado al momento del reparto de las candidaturas, no se han respetado y todos señalan a todos como los responsables de desatar las traiciones.

Por ejemplo, la carta de Juan Carlos Lastiri para la posición era la de Pepe Rocha.

El candidato al senado jura y perjura que el amarre estaba hecho y que había contado con el visto bueno tanto de Jorge Estefan, como líder del partido, como de Enrique Doger, candidato a la gubernatura.

Sin embargo, el aspirante al Senado se queja de que, en lo oscurito, sus correligionarios involucrados en la negociación han tratado, por todos los medios, de evitar que Rocha llegue al cargo.

Estefan insiste en colar posiciones propias, perfiles terriblemente cuestionados como el de Carlos Sánchez, a quien sigue prometiéndole que se quedará en la delegación para que desde ahí opere “a favor del grupo”.

Larga experiencia tienen ya en el convenenciero manejo de los recursos de campaña, un millonario negocio que les dio jugosos dividendos en el 2016.

Parte de ese pastel busca desesperadamente el equipo de Enrique Doger.

El precandidato que hoy ocupa el tercer lugar en las encuestas que miden a los aspirantes a la gubernatura del estado, quiere que Enrique Chávez Estudillo cuide sus intereses y los de sus más cercanos, desde la delegación de Sedesol.

Control absoluto de la operación electoral y de recursos a su favor, pide quien asegura querer sacar al morenovallismo de Casa Puebla.

El tema del control de las delegaciones podría parecer menor a interior de un partido realmente institucional, unido, en donde los apetitos personales pasan a segundo término y se privilegia el interés general.

No es el caso del PRI poblano, pírrico botín de quienes de antemano se ven ya perdidos en la lucha política local y nacional.

Con un presidente al que rechazan ocho de cada diez mexicanos.

Con un candidato presidencial cuya propuesta no prende y que le apuesta al fraude electoral como única vía para hacer un papel medianamente decoroso en la contienda.

Con un partido que aparece siempre en el primer lugar de las encuestas como puntero en el penoso ramo de “por quién nunca votaría”.

Con abanderados locales que viven una realidad muy similar a la de quien aspira gobernar el país y además con la enorme fractura y división que las ambiciones personales han generado, inclusive antes de que arranque formalmente la contienda. No es difícil concluir que están ya dadas las condiciones para que el PRI poblano viva una auténtica “tormenta perfecta”, que podría significar su tiro de gracia como partido político competitivo a nivel local.

 

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