Por Alejandro Mondragón
Algo bien raro ocurre al interior de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador que, por vez primera, representa una opción real de gobierno para Puebla en 2018.
Nadie tiene que ver el trabajo de ese partido en la entidad, es la ola pejista que puede arrasar en las elecciones del próximo año.
El dirigente estatal, Gabriel Biestro, parece ser rehén de sus intereses económicos y familiares.
Esas ventas de equipo médico que viene reportando el negocio de la familia Biestro en la Secretaría de Salud constituye uno de los dos focos rojos.
El otro es que ideológicamente se encuentra controlado por su alter ego de la BUAP, quien forma parte de la estructura de Derechos Humanos del CEN de Morena: Carlos Figueroa.
El académico se equivoca cuando afirma que hay una campaña de desprestigio contra Biestro. No, Don Carlos, sólo quedó al descubierto. Lo cacharon.
Biestro primero traía acuerdos con José Juan Espinosa, ese pillo alcalde de San Pedro Cholula, pero apenas hace unos meses figura como el principal aliado de Rodrigo Abdala.
Ambos ya se repartieron el pastel: para el sobrino de Manuel Bartlett la candidatura a la gubernatura y para Biestro, la alcaldía.
Frente al atasque del dirigente local y sus oscuros vínculos familiares con el gobierno de Puebla, el Consejo Nacional resolvió que las candidaturas se definieran por consensos.
Al percatarse Abdala que iba a hacer el ridículo comenzó a desmarcarse de Biestro, quien ante su evidente soledad, pretende ahora el apoyo de los consejeros estatales, a cambio de ofrecerles cargos de elección popular si aprueban sus propuestas.
Tampoco le han hecho mucho caso, al grado que ahora opera en las regiones y pretende quedarse así con la candidatura a la alcaldía.
Está claro que los consensos son prácticamente imposibles en Puebla, razón por la cual el CEN definirá las nominaciones por el método de las encuestas.
En tanto, en redes sociales, Biestro se suma a los ataques contra los externos de Morena.
