29-03-2024 03:38:04 AM

Criminalizar a víctimas; no aprendieron nada

Por Valentín Varillas

Cuando las autoridades poblanas encargadas de procurar justicia no tienen la menor idea de cómo explicar hechos delictivos de alto impacto social, ya sea por sus alcances, por las características de los afectados o la peculiar violencia utilizada, optan por criminalizar a las víctimas.

Así sucedió con Hilario Vázquez, padre del bebé asesinado durante un asalto en la Autopista México-Puebla, en donde su hija menor de edad y su esposa fueron violadas.

La primera reacción, la de botepronto, al tratarse de un hecho de altísima cobertura mediática y en redes sociales, fue la de intentar ligarlo con las bandas relacionadas al robo de combustible.

Una arriesgada apuesta.

Aunque a medida que avanzaron las indagatorias, personajes como Javier Lozano intentaron obsesivamente retractarse de la injusta vinculación, ésta quedó grabada en el imaginario colectivo de la opinión pública y publicada.

Tan fue así, que, en pleno sepelio de su hijo, Don Hilario tuvo que declarar públicamente al respecto:

“Yo no me he metido con nadie, soy pobre, no tengo dinero, mi camioneta era una camioneta viejita”, dijo.

“Yo no tengo nada que ver con nada, toda la gente sabe quién soy, no me meto con nadie, no tengo… alguna mafia, nada, soy albañil y punto”.

Y fue contundente al señalar la enorme injusticia de ser señalado por las autoridades como parte de un grupo delictivo para intentar explicar la agresión de la que, él y su familia, habian sido víctimas:

“No puedo creer que las autoridades digan que soy de algún tipo de mafia, sabiendo que yo traía a mi esposa, a mi hijo, a mi sobrina”.

Ayer, en rueda de prensa en donde se enunció la captura de “El Chivo” -líder de la banda culpable de los delitos- quedó ansolutamente claro, por si alguien tenía todavía alguna duda, que Hilario Vázquez no es un criminal, sino una más de las miles de víctimas de sangrientas bandas de delicneuntes que han encontrado en el estado de Puebla un auténtico paraíso para operar.

También ha quedado claro que, una vez más, nuestras autoridades están dispuestas a manipular, mentir abiertamente y señalar a inocentes, cuando su prestigio y reputación se encuentran en peligro.

Así lo hicieron en su momento con el asesinato de José Luis Tehuatlie Tamayo en Chalchihuapan.

Inventaron teorías increíbles, recurrieron a la manipulación de pruebas, a la tergiversación descarada de la verdad, con tal de encubrir a los policías estatales responsables de su muerte.

No tuvieron empacho en recurrir al Photoshop para inventarse imágenes en donde el niño indígena aparecía sosteniendo una manta de protesta –como si eso fuera suficiente para justificar su asesinato- cuando en realidad se encontraba jugando en un predio aledaño al lugar en donde se llevaba a cabo el bloqueo de la autopista a Atlixco.

Jugaron a su antojo con las instituciones del estado para evadir su responsabilidad.

El costo de lo anterior fue demoledor en términos de imagen y confianza.

El ridículo fue también de la misma magnitud.

Ahora, en el caso de Hilario Vázquez y su familia, estuvieron a milímetros de volver a cometer el mismo error.

No extraña, siguen enquistados en el servicio público poblano quienes idearon, operaron y también avalaron públicamente el asesinato de José Luis, defendiendo a mansalva la estúpida teoría del cohetón.

Lo peor para los poblanos, además de que ahí estarán todavía los próximos años, es que de plano no aprendieron nada del caso Chalchihuapan.

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