Por Valentín Varillas
En la última semana, dos importantes intentonas de acercamiento se han dado entre el Partido Revolucionario Institucional y quien hasta hace muy poco fuera su líder nacional, Manlio Fabio Beltrones.
La primera, cargada de simbolismo, la entrega de la medalla Plutarco Elías Calles al mérito revolucionario, en el marco de la ceremonia conmemorativa al 88 aniversario del partido; acto que fue encabezado por el propio presidente Peña, arquetipo del grupo hegemónico al interior del tricolor.
La segunda es la integración de la hija de Manlio, Sylvana, a la nomenclatura partidista, como Secretaria General Adjunta del Comité Ejecutivo Nacional.
¿Qué busca el presidente con lo anterior?
Después del maltrato oficial que recibió en el desarrollo de los procesos electorales estatales del 2016 -en donde la traición de Los Pinos a “su partido” fue por demás descarada-, este par de acontecimientos pueden parecer contradictorios.
Tal vez el primero podría ser interpretado al bote pronto como una despedida digna al sonorense, quien cada vez estaría más cerca de integrarse al proyecto político de Andrés Manuel López Obrador.
Pero darle un cargo partidista a su hija, al inicio de coyunturas electorales fundamentales para la supervivencia priista, podría ser la comprobación absoluta de que desde la oficina presidencial se optó por sumar la experiencia y la capacidad de operación electoral de Beltrones para abonar a los intereses electorales de ese partido.
Ahora bien, ¿qué tan tarde llega esta intentona de reconciliación y qué tan efectiva puede ser?
Un indicador que podría arrojar pistas sobre lo anterior, se encuentra en el tipo de discurso público que adopte Manlio Fabio en los próximos meses.
Hay que recordar que, de manera por demás contundente, ha anunciado la necesidad de que muera el sistema político mexicano, tal y como lo conocemos ahora.
Asegura que su renovación es urgente, ya que se trata de un modelo que se aplica desde el siglo pasado y que su prevalencia ha generado en México severos problemas de gobernabilidad.
A través de entrevistas y publicaciones en sus redes sociales, ha dado a conocer su propuesta de establecer en México un gobierno de coalición, en caso de que ningún candidato consiga, como mínimo, un 42 por ciento del total de la votación en el 2018.
Es decir, habría que negociar posiciones con otras fuerzas políticas.
¿Qué tanto concuerdan Peña y su grupo con estos postulados?
¿Qué tanto su puesta en marcha afectaría los intereses del actual grupo en el poder?
Mucho dependerá de la fecha en la que se lleve a cabo la XXII Asamblea Nacional priista.
En teoría tendría que haberse celebrado en este mes de marzo, pero su aplazamiento fue aprobado -hasta por 18 meses- por el Consejo Político del PRI.
En el feudo del presidente, con un líder actual como Ochoa Reza, rendido a él, será interesante ver si estas propuestas son adoptadas por el partido y llevadas por sus legisladores al Congreso de la Unión, previo a la definición de la plataforma electoral tricolor de cara al 2018.
Si se impone el continuismo, a pesar de los recientes guiños, Beltrones no tendría ya nada que hacer en el PRI.
Si se animan a la refundación, el escenario menos probable, Manlio podría permanecer todavía como activo del Revolucionario Institucional, ir por su revancha el próximo año y jugar por la conveniencia electoral de quienes hoy llevan las riendas del gobierno federal.
En ese remoto contexto, ese partido tendría que olvidarse de potenciales y convenencieros pactos y jugársela con algún candidato de casa, una estrategia que hoy luce como un auténtico suicidio político.
