26-04-2024 11:34:49 PM

Ubicar a Peña

Por Valentín Varillas

El discurso político-triunfalista del presidente de la República, augurando un futuro de ensueño para el Partido Revolucionario Institucional en el marco de un aniversario más de su fundación, no es producto de una bravata publicitaria con fines de encender los decaídos ánimos de militantes y simpatizantes, a punto de entrar de lleno a coyunturas electorales importantísimas para ellos.

Al contrario, se trata de un reflejo fiel de cómo el actual grupo en el poder está leyendo la realidad política nacional.

Una realidad que, sobra decirlo, dista mucho de coincidir con la promesa de “carro completo” y la diatriba anti-oposición, ensayadas con peculiar fervor por el jefe del ejecutivo federal, al calor de los vítores de sus correligionarios.

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La miopía oficial es tan avanzada a estas alturas del sexenio, que los obliga a minimizar el repudio casi unánime que ha generado en el país el regreso del tricolor a Los Pinos y el bajísimo nivel de aceptación de su jefe máximo, el cual se acerca peligrosamente al abismo de un dígito.

La negación sistemática de lo anterior, juega como un lente que distorsiona la obtención y el procesamiento de información para la toma de decisiones estratégicas al interior de las instancias que conforman la mal llamada “inteligencia nacional”.

¿Soberbia?

¿Necedad?

Ambas, igual de peligrosas.

Bajo ese contexto, ¿qué necesita pasar para que Peña y su grupo se ubiquen y entiendan que ellos y su partido están en las antípodas de vivir una auténtica catástrofe electoral?

Una derrota en el proceso electoral del Estado de México, a manos de Morena, podría ser el antídoto que le regrese el realismo a esta cúpula de “notables” que se han erigido como los nuevos amos del priismo nacional.

Sólo así, perdiendo el terruño a manos del tan odiado enemigo, el presidente y su grupo comprenderían el oscuro e inminente cadalso que la política les tiene preparado.

El crecimiento de las huestes de López Obrador en los terrenos del grupo Atlacomulco ha sido notable, con una tendencia consistente a la alza y que no da, a cuatro meses de la elección, la menor muestra de desaceleración.

Un triunfo de Delfina Gómez Álvarez le mostraría a la élite en el poder la necesidad de llegar a acuerdos sustanciales con todas las fuerzas políticas ajenas a Morena, en aras de construir un enorme frente “anti-AMLO” como método único de supervivencia política y garantía de impunidad.

No existe otro camino para ellos.

De asimilar lo anterior, el presidente estaría dispuesto a aliarse con Dios y con el diablo con tal de abortar de una vez y quizás para siempre, el arribo del tabasqueño a Los Pinos.

Perfilar a un solo candidato fuerte que le compita a Andrés Manuel y fomentar el surgimiento de tres sólidas candidaturas independientes que dividan el voto de quienes dejaron de confiar en los partidos y los políticos tradicionales, sería la estrategia.

Este escenario beneficiaría a quienes mediáticamente se han erigido como potenciales oponentes de peso para López Obrador, que estén al margen del desprestigio que supone competir bajo las siglas del Revolucionario Institucional y que, a pesar de ser oficialmente opositores, han mantenido sólidas ligas con Peña y su círculo cercano.

Rafael Moreno Valle y Margarita Zavala cumplen cabalmente con los requisitos.

El primero, de plano no estuvo presente en la designación oficial de Josefina Vázquez Mota como candidata a la gubernatura mexiquense.

La segunda y su marido le juraron, como en el 2012, amor eterno.

¿La volverán a traicionar?

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