25-04-2024 11:44:46 PM

Cuando Duarte pretendió ser el “salvador” del priismo poblano

Por Valentín Varillas

Sucedió a finales del 2011, poco antes de entrar de lleno a la coyuntura electoral de la presidencial que regresó al PRI a Los Pinos.

Por órdenes directas de Humberto Moreira, presidente del Comité Ejecutivo Nacional del PRI, el gobernador de Veracruz, Javier Duarte, tendría que convertirse en el líder de facto del priismo poblano.

Desorientados por la falta de la tradicional línea oficial, la que sin duda normaba su actividad política y entregados sumisamente a los dictados del gobierno de Rafael Moreno Valle, desde lo más alto del priismo nacional se conformó un plan para evitar que el tricolor local muriera de inanición y le restara votos al proyecto presidencial de Enrique Peña Nieto.

De ahí, aseguraban ellos, la necesidad de que entrara en acción un priista “fuerte”, con la “autoridad moral” y la capacidad de operación electoral y de recursos como para evitar una catástrofe, no sólo para el candidato presidencial, sino para el resto de quienes aspiraban a uno de los cargos de elección popular que estarán en juego en el 2012.

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Por todo esto, priistas poblanos acudían con una frecuencia inusual al vecino estado de Veracruz para encontrarse con el propio Duarte o con personajes de toda su confianza que tendrían un papel fundamental en la misión de rescate.

Uno de ellos era el panista resentido Gerardo Buganza, Secretario General de Gobierno de la administración priista de Javier Duarte.

El tejido fino en lo político sería su responsabilidad, consciente de que su rompimiento con los grupos de poder en Acción Nacional era ya irreversible.

Otra pieza importante en el desarrollo de esta estrategia era el propio Secretario de Finanzas veracruzano, Tomás Ruiz González, quien echaría mano de sus más sofisticados dotes de alquimista financiero, para que fluyeran los recursos necesarios para mantener a flote la estructura de operación electoral priista en Puebla.

Esa que tradicionalmente dependía del capital que llegaba desde diversas instancias del servicio público, estatal y municipal y que era imposible mantener con los 400 mil pesos mensuales que recibía el tricolor local por concepto de prerrogativas.

El puente entre priistas poblanos y veracruzanos era, lógicamente, el delegado del CEN, Ranulfo Márquez Hernández, quien se encargó en su momento de llevar a buen puerto la elección de estado que encaminó a Javier Duarte a la gubernatura.

Márquez, desde la Secretaría de Desarrollo Social y Medio Ambiente veracruzana, se encargó de la operación electoral de los programas sociales del gobierno de Fidel Herrera a favor del candidato del PRI, como medida efectiva ante el embate de Elba Esther Gordillo y su ejército magisterial que se la jugaron a favor de Miguel Ángel Yunes, candidato de la alianza opositora.

Poco después de la elección, en agosto de 2010, fue nombrado presidente del Comité Directivo Estatal del PRI en Veracruz para desde ahí, operar la estrategia legal y mediática del triunfo de Javier Duarte, una vez que la oposición impugnó la elección ante cada una de las instancias legales a las que tenía derecho de acudir.

Ranulfo acabó siendo un fraude como operador en Puebla.

Famoso se volvió por sus resultados negativos y por haber vendido las candidaturas priistas en Puebla por un mínimo de 150 mil pesos.

Bajo su tutela, el PRI no fue capaz de convertir a su candidato en el más votado del estado.

Aquí, ganó Andrés Manuel López Obrador, inclusive con la operación en contra del gobierno del “panista” Rafael Moreno Valle, quien pactó también sumar a favor del proyecto político de Peña.

Actualmente, Ranulfo es uno de los personajes investigados por irregularidades cometidas en la administración del famoso Javi-Du.

Como puede ver, los destinos de Duarte y el PRI poblano convergieron en la más absoluta desgracia.

El primero, acabará, irremediablemente en la cárcel, exhibido social y políticamente como el arquetipo de la corrupción nacional.

El segundo, seguirá hilando derrotas electorales, en el estado será tercera fuerza política y su supervivencia como partido competitivo penderá de un hilo.

Sino fatal.

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