19-04-2024 08:22:15 AM

“Don Vergas” ya puso antro

Por Valentín Varillas

Un día, se despertó con una genial idea: convertir la casa que renta en un antro.

¿Qué más da que no contara con los permisos necesarios para hacerlo?

¿Qué importa que se trate de una zona absolutamente habitacional?

Valen madre las molestias que pudiera generarle a decenas de familias que desde hace décadas viven ahí.

Movió contactos, habló con amigos.

Generó acuerdos con empresas cerveceras.

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Fue a los supermercados y tiendas mayoristas y se abasteció de cantidades industriales de alcohol, refrescos y aguas.

Habló con camaradas que juraban tener un grupo de Rock.

Armado con una modestísima publicidad tercermundista, decidió salir a la conquista de la voluntad de los noctámbulos, siempre ávidos de aventuras.

Al llamado acudieron, sobre todo, miembros de la comunidad “biker”, ésos que encuentran el clímax en las altas velocidades que alcanzan sus motos.

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Contra todo pronóstico, la convocatoria se convirtió en un éxito.

Decenas de bólidos de dos ruedas, con sus viriles jinetes, se dieron cita en el lugar el día de la inauguración y en las noches posteriores.

Así empezó el infierno para quienes tienen la desgracia de habitar cerca del número 3317 de la avenida 15 Poniente, en la colonia Belisario Domínguez, entre Boulevard Atlixco y Teziutlán Sur.

En plena frontera con la colonia La Paz.

Ilusos, creyentes de que en esta ciudad impera el estado de derecho, los vecinos acudieron con sus quejas a las autoridades.

Inocentes.

Llamaron al 072 y nada, al servicio de quejas del ayuntamiento y peor: salieron a buscar patrullas de la policía municipal y al llegar los uniformados, casi se hacen pipí del miedo al ver lo que ahí estaba pasando.

“No podemos hacer nada”, les dijeron nuestros valientes guardianes del orden, los mismos que sacan fuerzas de flaqueza siempre y cuando se trate de extorsionar a ciudadanos inocentes.

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Siguieron tocando puertas y recibiendo azotones en las narices.

Se dedicaron a documentar cada una de las irregularidades, esperando que alguien decidiera a tomar el toro por los cuernos y hacer valer el estado de derecho.

Nada.

Intentaron hablar con los dueños del antro, recibiendo insultos, amenazas y demás linduras como respuesta.

¿Cómo era posible tanta impunidad?

Una noche, alguien dio con la respuesta.

En pleno bacanal, al lugar llegó un personaje cuya imagen no coincidía con el resto de los asistentes al lugar.

Vestido con impecable traje italiano, bajó de un flamante y lujosísimo Mercedes Benz del año.

A su llegada, todos se “abrieron” para permitirle el paso y dejarle la mejor mesa del lugar.

¿Quién era?

¿El garante de la impunidad?

¿El padrino del giro negro?

Acorralado, semanas después, el ayuntamiento de Puebla juró que el antro había sido clausurado y reconoció abiertamente las irregularidades con las que operaba.

Sin embargo, volvió a abrir.

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En esta ciudad Puebla anárquica, que padece un crónico y absoluto vacío de autoridad, esta historia no sorprende.

Los abusos están a la orden del día y la complicidad oficial es la constante.

Por eso los cierres de calles, los topes hechizos, la invasión de la vía pública, la justicia por propia mano y demás.

Los ciudadanos estamos solos, ante el embate de la delincuencia y ante los abusos de quienes en los hechos pesan más que quienes en teoría deberían de ser los garantes del cumplimiento de la ley.

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