28-03-2024 11:00:30 PM

El ciclo del PAN Puebla

Por: Jesús Manuel Hernández

La renuncia hecha pública, de Ana Teresa Aranda al PAN luego de casi tres décadas de militancia, no deja sospechas sobre los nuevos vientos que soplan en la política nacional, la aldeana, y por supuesto al interior del partido que desde 1983 fue visto como opción para gobernar la entidad.

Fundado en 1939 por Adolfo Coghlan, Domingo Vázquez y Carlos Mastretta, el PAN ha ido de familia en familia y de pleito en pleito por conservar las canonjías del pasado y del presente.

Sin duda el momento estelar lo aportó Ricardo Villa Escalera en 1983 frente a Guillermo Jiménez Morales; empresarios y académicos abordan el PAN y lo convierten en el ariete contra el PRI. Luego Villa Escalera preferiría a la izquierda.

El tehuacanero Antonio Lezama desplazó al grupo de Alejandro Cañedo Benítez, le sobrevivieron Teodoro Ortega y Rosalía Ramírez quienes prácticamente fueron lanzados del PAN cuando en 1987 llegó Francisco Fraile quien por casi diez años se mantiene al mando, de donde le vino el mote de “El Pastor”.

Fue entre 1987 y 89 cuando se dio el rompimiento entre los llamados panistas tradicionales y los “neopanistas” encabezados por Fraile al lado de los Mantilla González de la Llave, los Vera, entre otros. Teodoro y Rosalía fueron sorprendidos con negociaciones comprometedoras con Jiménez Morales y Piña Olaya, habían cedido posiciones a cambio de placas de taxis. El terma se hizo público, y prevaleció la honestidad y el llamado “bien común”.

En consecuencia, Humberto Aguilar y Ana Tere Aranda fueron diputados ya en la nueva militancia del neopanismo. Tras ellos, Ocejo, Ángel Alonso, Arrubarrena, Carranco, Beristain, Espina, Flores Grande, etcétera. Culminó esa etapa cuando Gabriel Hinojosa ganó la Presidencia Municipal de Puebla en 1996 contra el poderoso gobierno de Manuel Bartlett.

A Hinojosa le apareció el sesgo independentista y dejó al PAN.

Los jóvenes con Eduardo Rivera al mando, desplazaron a los viejos neopanistas y formaron los nuevos cuadros, esos que con el paso del tiempo negociarían con Elba Esther Gordillo a través de Manuel Espino y Josefina Vázquez Mota para ganar la presidencia de Calderón y la senaduría con Rafael Moreno Valle a la cabeza.

Ahí empezó el descalabro de los académicos y negociadores panistas que fueron a su vez tentados y desplazados por el poder económico. El mundo de los negocios, iniciado por Teodoro Ortega entre otros, se proyectó a niveles no conocidos.

Moreno Valle contaba a sus íntimos hace seis años “sin el PAN no podemos ganar, pero el PAN sólo, no tiene con qué ganar”.

La única voz discordante al morenovallismo fue Ana Tere, se opuso y siguió oponiéndose, le costó terminar con amistades de varias décadas.

Y finalmente Ana Tere optó por jugar sola.

Ahora, el grupo en el poder, Moreno Valle, asumen todas las posiciones del panismo local y prácticamente nacional, desplaza a los panistas que vienen del concepto “neo” y que con el tiempo fueron llamados “doctrinarios”. Una especie de ciclo, donde la serpiente acaba por morderse la cola.

Los tiempos de sacrificio, de sudar la camiseta, de arriesgar el pellejo, han pasado, fueron olvidados y sustituidos por el placer del poder, el guarura, la influencia, codearse con los grandes.

Algunos alegan que no abandonan el partido por que prefieren pelear desde dentro, una especie de suicidio colectivo dirían sus críticos, cuando el sistema de partidos está siendo despreciado por los mexicanos en porcentajes preocupantes.

Otros alegan que hay que defender la “honra” y avalan las imposiciones.

Hace años una mujer, luchadora social, le gritó a Jiménez Morales “La honra y la virginidad sólo se pierden una vez”, se llamaba Ana Terea Aranda, que no ha perdido su estilo y hoy dice que el PAN nacional tiene dueño y el estatal, ama de llaves.

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