29-03-2024 09:28:57 AM

Como dos gotas de agua

Por: Juan Manuel Mecinas

La nota no es que Ricardo Anaya ganó, sino que lo hizo de la manera esperada: con un estilo poco panista. Anaya ganó con una diferencia que solo puede ser producto de la enorme aceptación por el proyecto del queretano o de una contienda desigual. Si se atiende a su discurso, a su campaña y a su presencia, nadie podría afirmar que Anaya es el más seductor de los políticos o que tiene el mejor de los discursos o que su campaña arrasó a la de Corral.

Nadie puede decir que los votos no fueron bien contados, pero pocos se atreverían a afirmar que la elección del dirigente panista aconteció en condiciones de igualdad. Si el PAN quiere ser el partido encargado de liderar una transformación política nacional, las prácticas desplegadas por Anaya y su equipo este domingo y durante el proceso electoral no lo muestran como parte de la solución, sino del problema.

La elección panista ha dejado un sabor a simulación con tintes de autoritarismo. Si la minoría no puede convertirse en mayoría, todo discurso democrático es vacuo. Y eso es lo que le pasa al PAN desde hace algunos años: sus luchas internas, sus procesos para elegir a sus dirigencias, su selección de candidatos, no dejan espacio verdadero para las minorías, es decir, para el disenso. En el PAN, la mayoría avasalla y destierra, divide y elimina, no convence y unifica, sino que derrota y humilla. Dentro de esa mayoría “triunfadora” se encuentra hoy Ricardo Anaya, Gustavo Madero y Moreno Valle, como antes estuvo Calderón y su equipo.

En ese entendido, habría que repensar los aplausos que suscitó el debate que protagonizaron Corral y Anaya en semana anteriores, donde no solo se atacaron, sino que propusieron y precisaron. Lo que parecía un ejercicio de plena democracia dentro de su partido político, fue luz tenue en las tinieblas de un proceso electoral inequitativo.

La cuestión no es menor para la política mexicana: el PAN es uno de los partidos que provocó una transición democrática, más allá de que Manlio Fabio Beltrones la dio por muerta con su frase en la que decretaba el fin de la sana distancia entre Los Pinos y el PRI. Eso implica la necesidad de una nueva transición y en ella Acción Nacional es un instituto político necesario: en el escenario político mexicano, no habrá democracia sin una derecha fuerte y democrática.

El nuevo dirigente panista sostiene que la contienda quedó atrás y que apuesta por la unidad, pero Anaya ignora algo esencial: que la forma es fondo y en su partido la forma era esencial para distanciarse de sus adversarios.

La vía elegida por Anaya y su equipo para consumar su triunfo confirma que Acción Nacional ha tocado fondo: ahora se parece, incluso en las formas, al partido que tanto combatió.

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