16-04-2024 04:39:03 AM

El PRI que necesitamos

El Dr. Abelardo Villegas Maldonado dice: “Que la historia es una abstracción, no narra todo lo que acontece en la vida humana, sino los hechos más importantes”.

El sentido común nos aconseja alejar los hechos del presente, para obtener una imparcial visión de los mismos. Si en un tiempo dado, en un espacio dado, algún hecho o acto es fundamental, pierde valor cuando el tiempo avanza.  “Y lo que pareció insignificante se vuelve trascendente”, a esto los seguidores de la escuela estructuralista le denominan perspectivas históricas.

Una vista histórica ligera, daría cuenta que el PRI tomó las banderas reivindicatorias de las grandes masas agrarias y semifeudales que convertidas en ejércitos populares, destrozaron una organización donde la injusticia social y la antidemocracia en todos los órdenes de la vida eran cosa diaria.

En una primera etapa este partido unió a todas las fuerzas militares de todos los estados, en un órgano institucional donde bajo la responsabilidad de caudillos militares se organizó un nuevo país.  Caudillismo, Cesarismo, Bonapartismo son etapas obligadas en el desarrollo social humano.

En segundo tiempo, otro partido, semejante al anterior aceleró la organización social nacional con nuevas y ejemplares instituciones pletóricas de civilidad, dejar que en paz los militares entreguen de motu propio los mandos, es cosa difícil pero lograda en México en 1950.

Los mexicanos de hace 50 años eran aniquilados físicamente o marcados en sus pieles por la viruela, el paludismo, el tifo, el mal del pinto, o el tracoma.

Gracias a los gobiernos revolucionarios aumentó la longevidad, acarreando con ello la explosión demográfica.

De talleres pequeños y anticuados que eran los centros fabriles nacionales, se convirtieron en sólidas plantas de producción clasificados bajo normas internacionales en micro, pequeña, mediana y gran empresa, donde actualmente bajo el impulso mundial estamos aprendiendo a crear mejores productos a mas bajos costos; de ahí vino el crecimiento desmensurado de las ciudades.

Ideas regionalistas provenientes de amor a la Patria Chica, conjuntadas con grandes planicies, crearon los grandes complejos agrícolas, agropecuarios y agroindustriales del norte del país; generando dos agriculturas: la ostentosa para la exportación, y la modesta para el auto consumo.

Gracias al aumento ininterrumpido de inversión financiera, y reproducción de recursos humanos aumentó el nivel educativo y cultural en forma tan notable que actualmente se ha creado una opinión pública centralizada en el Distrito Federal, con escasas ramificaciones al interior de nuestra patria, demandante de mayor democracia política y anhelante hasta ahora de democracia total.

Las comunicaciones contemporáneas altamente tecnologizadas, favorecen la difusión del conocimiento, de la tragedia instantánea, o la diversión masificada; el problema es la penetración de los modos de vida norteamericanos.

Enfrentemos al siglo 21.

A principios de siglo el país es muy diferente, resolvimos como gobierno problemas originados durante trescientos años de coloniaje y engendramos nuevos en sesenta y siete años.

Gracias al manejo responsable de estrategias administrativas ideológicas con los fines de democracia y justicia social hemos crecido en todos los ordenes dentro del crecimiento americano y mundial.

Al partido no lo han rebasado los problemas del pasado, si no los propios de una sociedad victoriosa en la marcha del desarrollo humano.

Lo que necesitamos hoy para reconquistar las plazas perdidas, y contener una caída hasta ahora irreversible no es solamente cambiar un modelo económico, (del cual todos hablamos pocos entendemos, escasos estudiamos o debatimos) es asumir históricamente nuestro compromiso con nuestras bases amplias, conquistar el razonamiento de las clases medias por medio de su bienestar material e intelectual, y establecer comunicación digna con la inteligencia nacional capaz de crear, reproducir y difundir el pensamiento nacionalista y patriótico.

Nuestra obligación partidista es apoyar a los regímenes gubernamentales provenientes de nuestras estructuras pero también exhibirlos en su incompetencia, reformarlos ante la corrupción o renunciarlos por su obcecación mesiánica.

Un priísmo sano no debe permitir la ofensa irresponsable a las instituciones y a los hombres que la representan, tampoco (si no se es enfermo mental) admitir la abdicación del poder político por simple decisión personal o acomodo de fuerzas extranacionales, mucho menos tolerar desde la máxima representación política nacional, el impulso al bipartidismo.

Nuestros orígenes mestizos y criollos nos hablan de decenas de naciones ibéricas y precolombinas, de cientos de líderes y de cientos de agrupamientos alrededor de un hombre, o de un nombre.

Nosotros no provenimos de rojos o azules, de blancos o morados, mi tampoco de dos opciones anglosajonas alternantes en el ejercicio del poder.

Si democracia política es como lo dicen actualmente los pensadores europeos; escoger muchos ciudadanos a muchas opciones programáticas, tenemos la obligación de no castrar ni a pequeños ni a medianos partidos políticos.

Hablar de recomposición, en este estado, o de ser oposición en muchos municipios es ocioso, la militancia tiene una sola obligación, trabajar bajo la directriz de su dirigencia pero esta a su vez, está obligada a plebiscitar su programa de acción con la militancia, pedir su opinión a los simpatizantes, y abrirse en estos días en que los vientos de fronda agitan a los bosques para realizar alianzas con los pequeños o con los medianos partidos, asociaciones, o grupos que por su teoría y práxis sean nuestros pares.

 

cesarmusalem@puebla.com

About The Author

Related posts